Hace mucho tiempo que empecé a cuestionarme la excesiva focalización en las SAT (Structured Analytic Techniques) tan popularizadas por los Pherson y compañía. Y por eso siempre me esforcé en ir un poco más allá. Entre otras cosas yo comencé a mencionar y enseñar el análisis bayesiano (que ya era habitual por entonces, hace más de cinco años, en los programas norteamericanos) a mis alumnos del curso de la Universidad Autónoma.
Siempre me ha parecido que la obra de Jerome Clauser supera con mucho al manual de técnicas estructuradas de los Pherson, pero éste fue tomado como referencia y aquél, siendo mucho más riguroso y aproximado a la realidad del analista de inteligencia, continúa olvidado en el baúl de los recuerdos.
Mis críticas de entonces, como las de ahora, se basan en dos puntos básicos:
En primer lugar las SAT no dejan de ser un simple recetario de técnicas pero ni mencionan el sustrato lógico sobre el que se asientan técnicas como el ACH ni ayudan al analista a pensar de forma rigurosa y sistemática.
En segundo lugar, las SAT son técnicas exclusivamente cualitativas y se olvidan por completo del aspecto cuantitativo del análisis de inteligencia. De hecho, los mismos autores reconocen en la página 47 de su libro la existencia de cuatro categorías de métodos analíticos. Y ¡oh! ¡sorpresa! dos de ellos son cuantitativos (métodos cuantitativos usando datos empíricos y métodos cuantitativos utilizando datos generados por expertos).
Desgraciadamente, en España nos focalizamos demasiado (y en gran medida muchos programas siguen haciéndolo) en las SAT olvidando la importancia y el peso que deberían tener en los programas las técnicas cuantitativas.
Es evidente que el aprendizaje de las técnicas cuantitativas es más difícil pero nadie dijo que ser analista fuera fácil o fuera una profesión para todo el mundo. Por el momento las condiciones de acceso a los programas son bastante flexibles y casi todo el mundo tiene cabida independientemente de su formación. Me temo que esto va a cambiar en poco tiempo. Pronto veremos programas especializados que van a requerir un mayor esfuerzo por parte de los alumnos y también más especialización del profesorado. Los que se unan al carro permanecerán como estudios de referencia, los que no lo hagan seguramente desaparecerán.
Durante algún tiempo me esforcé en defender este punto de vista pero, en honor a la verdad, ya he tirado la toalla. En este país de nada sirve que tengas razón o no. Es un país de fobias y filias que no entiende de objetividad. Mientras, las universidades siguen planteando a sus estudiantes programas sin pies ni cabeza llenos de generalidades que no consiguen otra cosa que decepcionar las expectativas de los alumnos, decepción que algunos vuelcan en las redes sociales como vehículo transmisor de algo tan comprensible como el derecho al pataleo.
Lo dicho, las SAT huelen a viejuno.
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