EL SUSURRO CLANDESTINO

EL SUSURRO CLANDESTINO
"La Inducción sin abducción es ciega, la abducción sin inducción es vacía" "Jugar al juego por el bien del juego"

viernes, 31 de agosto de 2012

ANÁLISIS DE UN PAÍS: ANÁLISIS DEL HOMBRE Y ANÁLISIS DE LA SOCIEDAD


Mucho se ha debatido en los últimos años de la tan terrible crisis económica, una tormenta, casi perfecta, de la que nadie ha quedado a salvo. Varios factores han tenido que confluir para desembocar finalmente en tan fatídico suceso. El problema de España no es sólo un problema económico, sino también político. Y esto es algo que en Europa lo sabe hasta el gato de Baker Street. Quizás por ello, cabal y razonablemente, los mercados no se fían de un país con tantos puntos ciegos. Pero a todo esto se ha unido el hecho de que los ciudadanos han alcanzado la mayoría de edad y ya no se contentan con ser guiados y obedecer ciegamente. El mayor acceso a la información, a pesar de todo el caudal de desinformación que continuamente entra en nuestros hogares por la pantalla del televisor y por la prensa, ha hecho que el ciudadano de a pie comience a cuestionarse algunos planteamientos heredados en lo social, pero también en lo político.

Esta crisis ha puesto de manifiesto, en primer lugar, la falta de mecanismos de control de nuestra joven democracia nacida gracias a una transición que costó sangre, sudor y lágrimas. En lo económico, el Banco Central de España, no vio o no quiso ver (seguramente por intereses políticos) la situación desesperada de muchos de nuestras entidades bancarias. En el ámbito político pudimos contemplar perplejos como un presidente con una evidente falta de aptitud para el desempeño de su misión se rodeaba de una caterva de ministros y ministras sin la formación ni la experiencia necesaria para desempeñar su labor con eficiencia. Todo ello consentido y permitido desde el seno de un partido político que, como los otros, se niegan sistemáticamente a promover listas abiertas para que sean los propios ciudadanos quienes elijan a sus líderes. En el ámbito judicial las continuas contradicciones entre distintos tribunales superiores han evidenciado la falta de independencia de un poder judicial que ha sido fagocitado por el poder político.

En segundo lugar, debemos mencionar la crisis sistémica de un modelo autonómico que, desde su origen, ha servido a los nacionalismos de uno y otro signo para perpetuarse a base de traspasos de competencias y que se ha vuelto insostenible por su derroche económico pero también por su ineficacia. Hoy, un ciudadano catalán no paga los mismos impuestos ni tiene las mismas garantías sociales que uno que viva en Extremadura, por poner un ejemplo, violándose así uno de los principios más sagrados de la constitución. Algún que otro general acertó en el diagnóstico pero se equivocó en el tratamiento y por ello recibió el merecido castigo reservado a los que osan cuestionar lo incuestionable.

Por último, y no por ello menos importante, la crisis  de valores que afecta a todos los estratos y roles sociales. Por nuestros ojos han pasado políticos con un interés más partidista que de servicio a la nación y que no dudan en engañar al ciudadano, funcionarios politizados y corruptos, sacerdotes y religiosos arrastrados por los más innombrables pecados, veteranos y conocidos empresarios envueltos en estafas piramidales, banqueros que tras dejar en quiebra sus entidades reciben sueldos multimillonarios, trabajadores que se benefician del ERE de una empresa sin ni tan siquiera haber trabajado en ella, miembros de la casa real envueltos en escándalos económicos y un largo etc. Todo ello se ha larvado e incubado en una filosofía relativista del todo vale (no hay inocentes ni culpables) y en un hedonismo exacerbado que se antepone a los principios más básicos de honor y dignidad personal.

Todos estos factores se han conjugado para provocar en el ciudadano un paulatino desencanto hacia todas y cada una de las instituciones (algunas, como las FF.AA o la Guardia Civil en menor medida), que forman el esqueleto mismo del Estado y la sociedad, la pérdida de confianza en una clase política que no ha venido a servir a la polis sino a ser servida por ella y, en definitiva, la perdida de fe en una clase dirigente que frecuentemente no lo alcanza a ser por méritos propios o formación, sino por el dedo amigo del César de turno.

Los hombres somos animales racionales pero muchas veces no actuamos de forma racional. Y son los otros animales no racionales, la propia naturaleza, la madre naturaleza, la que de nuevo ha de enseñarnos la lección. La naturaleza nos enseña que un determinado comportamiento puede ser perjudicial para un animal como individuo, pero beneficioso para la manada o el grupo en el que vive. Por ejemplo, las abejas melíferas se desentrañan a sí mismas cuando pican algún extraño cerca del nido. Sacrifican, por tanto, su propia vida y ayudan al grupo al que pertenecen. De forma similar, los córvidos suelen emitir gritos de aviso cuando se aproxima un predador. Este comportamiento coloca en desventaja a los centinelas, pero el resto del grupo resulta beneficiado. En el otro extremo se sitúan los “trotamundos que van por libre”. Estos reciben los beneficios de las donaciones altruistas sin tener que hacer donaciones ellos mismos. Los ciudadanos, seamos o no seamos españoles, debemos aprender a ser más altruistas y menos egoístas y debemos comenzar a valorar en su justa medida a aquellos que se sacrifican por los demás como servidoras abejas o valientes córvidos. Unos pocos “trotamundos” egoístas sólo serán posibles si hay muchos otros individuos altruistas. De lo contrario, ni los unos ni los otros podrán sobrevivir.


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