Un estudio del problema cubano que aspire a ser inclusivo y
serio debe, inevitablemente, utilizar las herramientas conceptuales de la
conflictología que une y establece sinergias entre la teoría de la
transitología y la teoría de las relaciones internacionales. La teoría de la
transitología es una escuela de pensamiento que centra su atención en los
factores endógenos en sistemas totalitarios o autoritarios y compara con otros
que han transitado hacia regímenes democráticos. Apoyándose en estudios
comparativos, esta escuela de pensamiento intenta detectar los “drivers” o
variables críticas que facilitan u obstaculizan el camino de la transición
democrática. Esto no puede significar, en modo alguno, relegar, al baúl de los
recuerdos en el análisis, las influencias exteriores (como es el caso de los
EE.UU) dentro del marco de la Teoría de las Relaciones Internacionales.
Si algo define la situación cubana actual es la palabra
incertidumbre y si algo preocupa al “establishment” cubano es cómo diseñar un
proyecto de transición que garantice sus intereses como grupo social dado que
la posibilidad de mantener el poder político con una apertura económica como el
caso Chino parece cada vez menos viable y posible debido a la confluencia de
intereses internacionales en la isla y a la propia evolución de la sociedad
cubana y el aumento de las tensiones raciales, generacionales y sociales
internas. La hipótesis de un escenario de transición pactada llevaría adjunta
la reclamación por parte de la élite política de un período de control no
inferior a una década sobre la economía, las fuerzas armadas y el sistema
político. La posibilidad de que Cuba se convirtiese en un estado fallido es
algo que ni siquiera se plantea la administración Obama, debido a las
consecuencias negativas inmediatas que esto tendría para su país.
Dentro de la hipótesis de la transición hacia un sistema
democrático, tendrían especial interés los facilitadores o “terceros actores”,
pero solo sería viable (debido a la reticencia del gobierno cubano a las
injerencias en su soberanía nacional) la participación de un grupo de gobiernos
y nunca de uno aislado. Dentro de ese grupo, España debería jugar su papel
buscando sinergias con el Vaticano, que
ya ha comenzado a dar pasos en esta dirección, como veremos más adelante. Sin
embargo, la postura americana pudiera ser reticente y más si tenemos en cuenta
los movimientos precipitados e imprudentes de algunas empresas españolas como
telefónica, llamada recientemente al orden por el gobierno de Obama a través de
la SEC (Securities and Exchange Commission)[1]. Y más,
teniendo en cuenta que los movimientos e inversiones de las empresas españolas
en Cuba ya estaban siendo seguidas e investigadas por el gobierno de EE.UU,
como han revelado recientemente los cables de Wikileaks (http://www.elpais.com/documentossecretos/geo/cuba/)
Hay que tener en cuenta, además,
que los EE.UU y la Unión Europea defienden diferentes puntos de vista sobre las
pautas que debe seguir el tan ansiado proceso de transición de Cuba hacia la
democracia, basados en sus respectivos intereses económicos. En la postura de
la Unión Europea, España ha ejercido una influencia decisiva, pero cohabitan
diferentes actitudes en los estados miembros que oscilan entre la flexibilidad
y cercanía propugnada por el gobierno de Madrid y la firmeza e intransigencia
de los países del antiguo bloque soviético, que ven en Cuba una dictadura
semejante a la padecida por ellos.
Washington defiende el modelo de
una transición rápida, con un rápido hundimiento del régimen castrista
sustituido por un gobierno democrático en el cual el exilio cubano afincado en
Miami tuviese un peso específico y significativo. El nuevo gobierno debería
solucionar rápidamente dos cuestiones: implantación del libre mercado y el pago
de las indemnizaciones reclamadas por las expropiaciones realizadas en nombre
de la revolución. Por el contrario, la Unión Europea, incluida España, es
partidaria de un cambio gradual y prolongado en el tiempo en el que el aparato del
actual régimen ejerciera la iniciativa política[2].
En este gradualismo defendido por Europa pesa de manera decisiva el
mantenimiento de los intercambios comerciales y las inversiones realizadas en
la isla por los países europeos.
La administración Obama ha
suavizado enormemente la actitud mantenida por sus predecesores hacia Cuba y ha
buscado nuevas vías de diálogo con la isla, algo a lo que se había comprometido
con su electorado cuando era candidato a la presidencia. Entre otras medidas ha
facilitado y flexibilizado las visitas a la isla y el envío de dinero a sus
residentes, pero sin levantar formalmente el embargo que pesa sobre el régimen
comunista de La Habana desde los años 60, que no tiene visos de llevarse a cabo
sin mediar cambios significativos por parte de las autoridades cubanas. La
trágica muerte de Orlando Zapata, de la que se hicieron eco todos los medios de
comunicación y la represión de las Damas de Blanco no han hecho sino entorpecer
este acercamiento y flexibilidad. A la par, la administración Obama sigue
apoyando la oposición interna, pero no a través de los anticastristas de Miami,
como lo hacía Bush, sino recurriendo a contratistas privados que reparten entre
los disidentes equipos de comunicación y ordenadores
Aparte de las relaciones
bilaterales, la política española hacia Cuba se ha venido desarrollando en tres
plataformas:
·
La Comunidad iberoamericana de Naciones, creada
en 1991.
·
La Política Exterior y de Seguridad común de la
Unión Europea (PESC).
·
Dentro de las relaciones trasatlánticas con
EE.UU, que es el actor externo más importante junto con España.
En España, los debates en torno a
la cuestión cubana no se escapan a las consecuencias del partidismo. Los
partidos mayoritarios mantienen posiciones divergentes aún cuando coinciden en
los objetivos y la estrategia global. Muchas veces, las divergencias son más
retóricas que reales, puesto que en la práctica las políticas de ambos partidos
no han sido tan distintas, pero suelen ser utilizadas como arma arrojadiza
contra la oposición por los respectivos partidos y esto no ha favorecido en
nada a los intereses económicos y culturales que España tiene en Cuba. El
gobierno español ha mantenido una posición oscilante con Cuba, pasando de la
presión a la persuasión, pero ninguna de estas dos posturas ha fructificado en
el más mínimo avance democrático. En el año 2003, por ejemplo, la irritación
castrista con Europa y en especial con España, llevó a movilizar a cientos de
miles de manifestantes frente la embajada española en La Habana. Así las cosas,
el gobierno de Zapatero trató de impulsar un acercamiento a Cuba y en Enero de
2005 la Unión Europea decidió la suspensión temporal de todas las sanciones diplomáticas
vigentes desde 2003. Entre tanto, el régimen cubano ha logrado mejorar su
posición internacional en todos los frentes[3],
incluidas las relaciones con EE.UU desde que Obama alcanzó la presidencia.
Con toda probabilidad, España no
tiene capacidad para influir decisivamente en la apertura democrática en Cuba
de una manera aislada, pero tampoco la tiene EE.UU por sí solo. En este
escenario, y dentro de la hipótesis de pilotar la transición en grupo, cobra
especial relevancia la postura del Vaticano.
El Vaticano, por su parte, juega
de una forma excelente sus cartas. Durante los últimos meses se ha constatado
los movimientos de la diplomacia vaticana en torno a la cuestión de los presos
políticos, pero han pasado desapercibidos algunos otros gestos que favorecen en
gran medida la posición española. La presencia de la Compañía de Jesús en la
isla ha sido un continuo incluso en los tiempos más duros de la revolución
cubana emprendida por Fidel Castro. Hoy los jesuitas tienen presencia en toda
la isla, que incluye parroquias en La Habana, Camagüei, Matanzas, Cienfuegos y
Santiago de Cuba. Hay dos datos, además, que deberían tenerse en cuenta. El
primero es que el general de los jesuitas es actualmente el español Adolfo Nicolás
y el segundo es que hace escasamente un mes el sacerdote español Juan Miguel
Aguirre ha sido nombrado superior de la Compañía de Jesús en Cuba sustituyendo
al cubano Jorge Cela, con el beneplácito del Vaticano. Si hacemos caso del
viejo axioma de que en la diplomacia vaticana nada es casualidad, este hecho
resultaría especialmente significativo. Estos dos nombramientos favorecen, sin
duda, la posible presencia del gobierno español en un hipotético proceso de
transición. Y más aún si tenemos en cuenta las excelentes relaciones de la Casa
Real española con el Vaticano. La próxima visita en marzo del Papa Benedicto
XVI a Cuba sin duda servirá para apuntalar la estrategia Vaticana.
Uno de los proyectos ansiados por
los jesuitas desde que las escuelas privadas fueran nacionalizadas por Fidel
Castro en 1961 (la orden era propietaria del colegio de Belén en La Habana,
donde estudió Fidel Castro), es llevar a la realidad un proyecto educativo en
la isla que tenga un poco más de proyección y amplitud formativa que el
Instituto Pedro Francisco Bonó de la Republica Dominicana[4].
La Iglesia entonces ejercería lo que Joseph Ney ha venido a acuñar como “soft
power”. Por un lado, a corto plazo, podría ser la conductora de la paz y la
estabilidad social evitando las temidas rencillas posteriores contra la actual
élite cubana y por otro, más a largo plazo, sería decisiva en la formación de
una nueva clase dirigente del país en consonancia con los valores democráticos.
Desde esta perspectiva sería un
error que el gobierno español no acercase posturas con el Vaticano y más
concretamente con el general de la Compañía de Jesús, pues ambos pueden
prestarse ayuda y beneficiarse mutuamente. Entrar en el grupo de gobiernos
conductor reportaría a medio plazo beneficios para los intereses económicos y
comerciales de España en la isla y al mismo tiempo, contar con la ayuda
española, supondría una ayuda extra para los jesuitas a la hora de hacer
realidad su ansiado proyecto educacional en Cuba.
BIBLIOGRAFÍA:
·
DOMÍNGUEZ,
J. Y GRATIUS, S. (2007). La política española ante la Cuba del futuro. The David Rockefeller
Center for Latin America Studies (Working papers on Latin America), Nº 06/07-2
·
GARCÍA, R. (2010). La
politica española hacia Cuba durante el gobierno de Rodríguez Zapatero. Congreso
Internacional 1810-2010: 200 años de Iberoamérica, pp. 2203-2215
·
LACOSTE, Y. (2008)
Geopolítica. La larga historia del presente. Síntesis: Madrid.
·
VV.AA (2008). Cuba:
Presente y futuro. Real Instituto Elcano. Documento de trabajo/Working
Paper 2008/11
·
Revista Política
Exterior nº 123, 2008
[1]
El aviso disuasorio se entiende mejor si examinamos que una de las siete
medidas dictadas por la administración Obama en 2009 sobre Cuba se refiere a: “Otorgar
licencias a proveedores de telecomunicaciones para realizar acuerdos de
servicios de concetividad con proveedores de telecomunicaciones en Cuba”.
[2]
Posición Común sobre Cuba de 2 de diciembre de 1996 (96/697/PESC) DOCE L 322 de
12.12.1996.
En su punto 1 dice así: “El
objetivo de la Unión Europea en sus relaciones con Cuba es favorecer un proceso
de transición hacia una democracia pluralista y el respeto de los derechos
humanos y libertades fundamentales, así como una recuperación y mejora sostenibles
del nivel de vida del pueblo cubano. Es muy probable que la transición sea
pacífica si el régimen actual inicia por sí mismo o hace posible dicho proceso.
La política de la Unión Europea no contempla provocar el cambio mediante la aplicación de medidas coercitivas
que tengan por efecto incrementar las dificultades económicas del pueblo cubano”.
[3]
Venezuela, bajo el mandato de Hugo Chavez (y la influencia política del
chavismo en otros regimenes latinoamericanos izquierdistas) se ha convertido en
un aliado estratégico vital para la supervivencia del régimen. Entre los
múltiples acuerdos entre ambos países destaca el relativo al suministro del
petróleo, por el cual la compañía Petróleos suministra crudo a la isla en un
régimen especial. Venezuela suministra a Cuba 90.000 barriles de crudo diarios,
a un precio que se estima dos tercios inferior al valor del mercado. Teniendo
en cuenta que el consumo diario cubano es de 120.000 barriles diarios, de los
cuales produce unos dos tercios, el gobierno cubano puede disponer de un excedente
de 50.000 barriles diarios procedentes de Venezuela para reexportarlos a
precios de mercado, embolsándose la diferencia. A cambio entre 30.000 y 50.000
profesionales cubanos prestan sus servicios en Venezuela, especialmente en las
áreas de sanidad, educación o deporte. (Manrique, Política Exterior nº123/2008,
pp.26-27).
[4]
Por más que los jesuitas intenten negar públicamente este hecho bajo el riesgo
que pudiera ser tachado de un intento de recuperar los privilegios de la
colonización y pudiera herir sensibilidades dentro de la propia Compañía, no
exenta de tensiones internas. A este respecto pueden verse, por ejemplo, las
declaraciones de Jorge Cela, recientemente nombrado superior de los jesuitas
para América Latina: http://www.jornada.unam.mx/2012/03/06/mundo/023n1mun
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