De mi breve paso por la Facultad de Biología
recuerdo que uno de los axiomas que se esforzaba por inculcarnos el profesor de
citología, siguiendo a la Dra. Lynn Margulis y al paleontólogo Theilard de
Chardin, era que una de las notas definitorias de la vida es su “complejidad
siempre creciente”. Lo mismo sucede con la realidad y con los fenómenos, hasta
tal punto que las conexiones nerviosas de la realidad aparecen, no pocas veces,
como caóticas ante nuestros ojos. En un mundo así, Kurt Gödel nos enseña en su
“Teorema de la incompletitud”, algo que los jueces suelen vivir muy de cerca,
que las ideas de verdad y demostrabilidad son lógicamente dist
“Las teorías son redes que lanzamos
para apresar aquello que llamamos el mundo: para racionalizarlo, explicarlo
y dominarlo. Y tratamos de que la malla sea cada vez más fina”
Popper,
Karl R., “La lógica de la investigación científica”, Ed. Tecnos,
p. 39.
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El método científico es una especie de brújula en
la que no se produce automáticamente el saber, pero que evita perdernos en el
caos aparente de los fenómenos, aunque solo sea porque nos indica cómo no
plantear los problemas y cómo no sucumbir en el embrujo de nuestros
prejuicios predilectos. Algo importante,
esto último, cuando nos referimos al trabajo de cualquier analista.
La palabra método procede de la unión de dos
palabras griegas, metha (más allá) y “odos” (caminos). El método es, pues, el
camino a seguir para llegar más allá. El diccionario de la Lengua Española
define método, en su cuarta acepción, como el procedimiento que se sigue en las
ciencias para hallar la verdad y enseñarla.
Como es sabido, el método científico se basa en la lógica.
Esta ciencia formal busca traducir en lenguaje simbólico el modo en que las
personas razonan. Una de las operaciones del razonamiento es inferir ciertas
consecuencias a partir de ciertos hechos. Estos hechos se traducen en
enunciados verbales, llamados premisas. Las formas típicas de razonamientos que
estudia la lógica son la deducción, la inducción y la abducción o analogía.
Pero al lado del pensamiento lógico coexisten otros tipos de pensamiento que
han logrado conducir a nuestra civilización hasta las cotas de desarrollo y
avance tecnológico y cultural de las que ahora disfrutamos. El pensamiento
analógico ha aportado su particular contribución a muchos de los grandes
descubrimientos científicos. De la misma manera, el pensamiento sistémico nos
ha ayudado a comprender realidades multirrelacionales complejas. No hay que
olvidar, tampoco, el importante papel de la creatividad como elemento dinamizador
y germinador de todos estos métodos de razonamiento. El pensamiento lateral
intenta profundizar en los aspectos que nos ayudan a pensar de una manera
creativa.
Todas estas maneras y formas de pensar se conjugan en el
quehacer cotidiano de cualquier analista de inteligencia ayudándole a sacar el
máximo rendimiento del conocimiento y la experiencia atesorados en su área de
trabajo.
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