Hablar de inteligencia significa,
inevitablemente, hablar de un campo multidisciplinar en el que convergen
multitud de áreas del conocimiento humano: informática, idiomas, estadística,
polemología, psicología, etc. Todas esas disciplinas se ven involucradas en el
paso crucial de la información al conocimiento. Sin embargo, el núcleo duro lo
constituyen aquellas disciplinas que se tornan fundamentales para cualquier
analista y en cualquier campo o área de especialización. Entre ellas destaca la
Epistemología o Teoría del Conocimiento. A pesar de su importancia, sus
aportaciones a la inteligencia estratégica han pasado más o menos
desapercibidas en los clásicos como Sherman Kent (considerado el padre del
análisis en inteligencia estratégica) o el
general Washington Platt y en los manuales militares al uso (DO2-010,
OR5-009, OR5-010). No ha sido sino en los últimos diez años cuando los
especialistas en análisis de inteligencia han comenzado a poner de relieve la
importancia creciente de esta disciplina y su papel esencial en la formación de
los analistas.
Vivimos inmersos
en lo que se ha venido a llamar “la era
de la información” y “la sociedad del riesgo”, cuyo sistema nervioso lo
constituyen fundamentalmente la información y las comunicaciones. Nunca, a lo
largo de la historia, la información ha sido tan accesible a los hombres.
Además cada vez van tomando mayor peso específico las fuentes abiertas de información.
Hay redes internacionales de datos, millones de sitios y páginas web abiertas al análisis, pero el tiempo
disponible para procesarlos es siempre superado por el vórtice de nuevos datos
que aparecen. Tal es así que podemos hablar de una verdadera “infoxicación”, es
decir, una intoxicación de información.
Sin embargo esta realidad contrasta con el
hecho de que esa información requiere una formación previa para poder
seleccionarla, procesarla y utilizarla para los fines que se persigan. La
información es acéfala, no piensa por nosotros. Los datos en bruto, sin el
debido procesamiento, no nos conducen a conclusiones útiles. Por tanto, se hace
necesario implementar los mecanismos adecuados para manejar y dar forma a la
información. En este escenario irrumpe la disciplina de la epistemología como
una herramienta para “amueblar nuestra cabeza” y enseñarnos a pensar. Al mismo
tiempo, recurrir a esta disciplina significa retomar y revalorizar el
pensamiento clásico que está en el sustrato mismo de nuestra civilización
occidental y que nos ha guiado hasta los grados de desarrollo y tecnología que
ahora disfrutamos.
Etimológicamente
la palabra epistemología deriva de la unión de dos palabras griegas: “episteme”, que significa conocimiento y
“logia”, que hace referencia a un
saber o tratado. En Grecia el tipo de conocimiento que se denominaba “episteme” se oponía al conocimiento que
se calificaba de “doxa”. La “doxa” es el conocimiento vulgar u
ordinario del hombre, no sometido a rigurosa reflexión crítica; la “episteme” es el conocimiento reflexivo
elaborado con rigor. Podemos definir epistemología como la ciencia que trata de
conocer la naturaleza del conocimiento humano, en sus principios reales y en su
funcionamiento real, los tipos o clases de conocimiento y los caminos o métodos
que pueden conducir a su realización correcta en cada caso.
Conviene recordar aquí que la moderna epistemología, en
tanto que disciplina filosófica autónoma, tiene su origen a principios siglo XX
de la mano del famoso Círculo de Viena, que se organizó en torno a la Cátedra
de Filosofía de las Ciencias Inductivas que ocupó Moritz Schlick en Viena en
1922. Dicho circulo reunió en su seno a pensadores del mundo de las letras y de
las ciencias con el objetivo de crear un método de pensamiento de carácter
universal que pudiera servir de herramienta a todas y cada una de las ciencias,
aplicando luego los resultados también de forma universal mediante un lenguaje
y una semiótica consensuados, de tal forma que todas las ciencias se
beneficiasen de los avances que se diesen en una parcela determinada del
conocimiento. No pudieron lograr su objetivo en parte por los recelos y la
desconfianza de la comunidad científica y en parte por el estallido de la II
Guerra Mundial.
En 1949, fecha de la publicación de la famosa obra de
Sherman Kent “Strategic Intelligence”, la epistemología era ya una disciplina
conocida y estudiada en los círculos académicos. Sin embargo ni Sherman Kent
primero, ni el general Washington Platt después, lograron aplicar los avances y
los contenidos de esta disciplina en el estudio del ciclo de inteligencia. En
la actualidad, muchos servicios de inteligencia y empresas privadas han
descubierto la importancia de esta disciplina a la hora de analizar
situaciones, minimizar el porcentaje de incertidumbre y fundamentar la toma de
decisiones. Como afirman dos expertos en la gestión de conocimiento en los
servicios de inteligencia: “La dinámica y los resultados de los servicios de
inteligencia para la seguridad y la defensa mejorarán con la incorporación de
los avances epistémicos, metodológicos y tecnológicos que se producen dentro
del ámbito de la gestión del conocimiento, y que están sentando en los últimos
años las bases para la formación y el desarrollo de una nueva y autónoma
disciplina científica del mismo nombre”
El papel que juega la epistemología dentro del trabajo
cotidiano de un servicio de inteligencia está estrechamente relacionado con la
formación de los futuros analistas y también de aquellos agentes especialmente
involucrados en el servicio clandestino. Muy a menudo, tanto unos como otros,
deben adquirir un hábito de pensamiento riguroso que les ayude a tomar
decisiones incluso con una gran carga de incertidumbre. Los primeros deben
lidiar, frecuentemente, con un tiempo reducido para sus análisis y una
incertidumbre muy elevada. Los segundos, más a pie de campo, deben ser capaces
de aprender a buscar y discriminar la información útil de aquella que no lo es
y luchar contra los mecanismos de decepción y engaño. Toda esta formación queda
circunscrita a la Escuela de Formación interna de cada servicio de inteligencia
y bajo la supervisión del responsable del Directorio de Inteligencia. Pero los
epistemólogos también realizan una labor de investigación que abarca dos
funciones: por un lado crean nuevas técnicas o modelos de razonamiento o
estudian las ya existentes para desarrollarlas y mejorarlas buscando entender
el sustrato lógico sobre el que se fundamentan las diferentes técnicas de
análisis, por otro buscan y estudian los
fallos en la gestión del conocimiento e intenta solucionarlos o realizar una
labor preventiva con los fallos potenciales. Herbert señala la importancia de
contar con epistemólogos en estas organizaciones:
“The Intelligence Community should recruit
epistemological talent and cultivate epistemological Skull across its
organizations”
Tradicionalmente el análisis se divide en dos tipos: el
análisis cualitativo y el análisis cuantitativo. En el primero, los métodos de
razonamiento que nos enseña la Epistemología o Teoría del Conocimiento nos
ayudan a escoger las técnicas de análisis adecuadas para cada caso, establecer
relaciones y llegar a conclusiones lógicas. En el segundo, donde interviene la
moderna minería de datos, nos ayuda a la hora de seleccionar y modificar las
variables para evitar correlaciones espurias y redundancias y poder realizar modelos más fiables. De
hecho, la preparación de las variables y los datos suele abarcar el 80% de
cualquier trabajo de minería de datos y es una parte esencial si queremos
obtener buenos modelos bien sean explicativos o descriptivos. Los expertos en
minería de datos aseguran que el 60% de los errores se producen por no saber
escoger las variables útiles y desechar las que no lo son. Y esto sólo se
remedia si el analista es capaz de razonar adecuadamente para sacar el máximo
provecho de los poderosos programas de Data Minig como pueden ser el SAS o
SPSS.
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